Catalina

Catalina iba a la primaria y todos los días salía contenta de la escuela y le contaba a su mamá y hermanos cómo fue su día.

Pero un mediodía Catalina salió triste y no hablaba. En sus ojos se podía ver la tristeza. Si bien al principio no quería contar lo sucedido, finalmente ante la insistencia de su madre y hermanos decidió hablar y explicar lo que había pasado.

Esa mañana habían hablado sobre los animales que hay en el mar y tenían que nombrarlos. Entonces comenzaron con la lista y cada uno decía el que se acordaba: tiburones, delfines, ballenas…y Catalina nombró a las sirenas. Pero la maestra no tuvo mejor idea que decir que estaba todo bien pero que las sirenas no existen, que solo son producto de la imaginación al igual que los duendes, hadas y gnomos.

Cuando Catalina contó lo sucedido su madre comprendió el porque de la tristeza.

Resulta que tanto Catalina como sus hermanos y su mamá vienen de un linaje familiar que está en contacto con estas fuerzas de la naturaleza, con estos seres elementales al igual que también están en contacto con los Ángeles. Y no podía explicarle esto a la maestra.

Pero su mamá sí tenía una respuesta para su hija y para cualquier persona que lo necesitara.

Su respuesta fue la siguiente: «Hija, vos qué pensás? Qué sentís en tu corazón? Qué las sirenas existen o no? Y Catalina respondió que sí, que ella creía y sentía en su corazón que existían tanto las sirenas, como las hada, los duendes y los ángeles.»

Entonces su mamá con mucho amor y tranquilidad le dijo: «Vos sabes al igual que nosotros que realmente existen porque los hemos visto, pero lamentablemente hay un montón de personas que no abren su corazón ni su mente y no las ven. Es una pena porque no saben de lo que se pierden. Pero recordá que no podemos obligar a los demás a creer en lo mismo que nosotros. Tal vez tu maestra nunca las vea, pero no podemos cambiarlo»

Catalina entonces preguntó: Por qué los grandes no ven a las hadas o a las sirenas y vos que sos adulta sí los podes ver?

Su mamá respondió:»Hay una creencia en la sociedad que dice que cuando una persona crece, tiene que dejar la fantasía y la alegría de lado porque está mal visto que un adulto crea en las hadas…Entonces el ser humano se olvida de vivir y se convierte en una persona manejada por el sistema que dice que hay que trabajar, ir al médico, enfermarse por la edad y sentirse mal hasta que sin darse cuenta se le va la vida».

Pobre sociedad…le falta amor, alegría, empatía, sinceridad y madurez. Creen que madurar es hacerse adulto pero no es solo eso. El ser humano madura cuando aprende a hacerse cargo de sus errores y deja de culpar a sus padres y al resto del mundo por su amargada y triste vida.»

Pero hija, por suerte hay mucha gente como nosotros que ven más allá de lo aparente, que tiene alegría en su corazón y siempre mantiene su niño interior activo…